Si tuviste una educación sexual aceptablemente amplia, conociste algo llamado “condón femenino”. Sin embargo, los tiempos cambian, el conocimiento evoluciona y puede ser buen momento para reflexionar sobre cómo usamos las palabras y cómo, a veces, caemos en asociaciones automáticas que pueden ser excluyentes o limitantes.
Aunque el nombre de condón femenino todavía es común, conviene guardarlo en el cajón de los recuerdos y ampliar la perspectiva sobre el género, el cuerpo, la identidad y la salud sexual. Un nombre más preciso es “condón vaginal”.
Los condones no tienen género
Primero que nada, hay que aclarar que el adjetivo “femenino” se refiere a una construcción social y cultural que se asocia a ciertas características o a ciertos cuerpos. Esto porque, en automático, asociamos “vagina” con “femenino”, pero actualmente contamos con muchos ejemplos de que esto no es tan simple.
Hoy sabemos que no todas las personas que se identifican o se expresan de forma femenina poseen una vagina, ni todas las personas con vagina se identifican o expresan de forma femenina. Esta distinción es crucial, ya que reconocer la diversidad de cuerpos y de experiencias permite un enfoque más inclusivo y respetuoso en la salud sexual.
Entonces, el término “condón femenino” también trae consigo la idea de que el uso de este tipo de protección está exclusivamente ligado a las mujeres cisgénero (aquellas personas asignadas como mujeres al nacer y que se identifican como tales), pero esto es limitante. El condón vaginal, como es preferible llamarlo, es una herramienta que cualquier persona con vagina puede usar para protegerse durante las relaciones sexuales.
De esta manera, dejamos espacio para reconocer que hay personas con vagina que no necesariamente se identifican como mujeres, como algunos hombres trans y personas no binarias.
Adiós, condón femenino; hola, condón vaginal
Vivimos en una época en la que buscamos romper con las etiquetas y las normas rígidas, por lo que es importante entender que el género y el sexo no determinan las experiencias de cada cuerpo. Hay tantas formas de expresar lo femenino como formas de vivir y experimentar la sexualidad. Así como existen personas que no poseen una vagina y que se identifican como femeninas, también existen personas que poseen una vagina y se identifican con géneros que no son el femenino. No se trata solo de biología, sino de identidad, de expresión y de respeto hacia las experiencias individuales.
Las palabras son importantes, sobre todo si queremos que todas las personas se sientan incluidas en la información sobre salud sexual. Hay quienes necesitan proteger su vagina de las infecciones de transmisión sexual (ITS), sin importar cómo se ven físicamente o cómo son clasificadas por su entorno.
Así, hablar de salud sexual en un tono inclusivo es, en el fondo, un acto de cuidado. Decir condón vaginal en vez de condón femenino abre la puerta a que todas las personas con vagina se sientan parte de la conversación. Hay que construir un enfoque sin prejuicios y libre de discriminación, en el que cada quien pueda acceder a la información y los métodos de protección sin sentir que su identidad o experiencia de vida es invisibilizada.
Conoce los beneficios del condón vaginal
En este punto cabe recordar las múltiples ventajas que el condón vaginal ofrece. La primera es que puede colocarse desde horas antes de la relación sexual, gracias a su aro interno flexible que lo mantiene en su lugar durante mucho tiempo. La segunda ventaja es que está hecho de poliuretanto y no de látex, lo que acaba con cualquier probabilidad de alergia cutánea (y pretextos relacionados con este tema).
Una ventaja más es que cubre buena parte de la piel de la vulva, es decir, protege un área mayor que sólo el canal vaginal, lo que ayuda a evitar la transmisión de ITS que se alojan en la piel de los genitales.
Con todo esto, podemos decir que el condón vaginal es una herramienta muy útil para cualquier persona que quiera proteger su vagina. Conocerlo y aprender su uso nos acerca a una salud sexual que realmente represente a la diversidad. Es hora de empezar a cuidar las vaginas de todas las personas, sin importar las etiquetas.
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