Hablar de sexo sigue siendo incómodo para muchas personas, a pesar de que este aspecto forma parte de la vida de prácticamente todo el mundo. Nos reímos de chistes sexuales, consumimos contenido con referencias eróticas, vemos anuncios publicitarios sugerentes, y sin embargo, cuando llega el momento de hablarlo en serio, se nos suben los colores al rostro o evitamos el tema.

¿Por qué nos cuesta tanto? La respuesta no es sencilla, pues involucra la educación, la cultura y los prejuicios que hemos heredado durante generaciones.

Ausencia de educación sexual

Desde la niñez, recibimos una educación sexual limitada en la escuela. A lo largo de las décadas, las organizaciones civiles han dado una lucha constante para tratar de integrar los temas de sexualidad en los programas educativos, pero hasta ahora sólo se ha conseguido introducir lo básico, lo que se refiere a lo biológico y la reproducción.

En los programas de estudio de la mayoría de las escuelas, ya sea públicas o privadas, quedan fuera aspectos fundamentales como el placer, la diversidad sexual, el consentimiento o las emociones involucradas en las relaciones. Esto deja grandes huecos en nuestro conocimiento y contribuye a que crezcamos con dudas, mitos e inseguridades sobre nuestra propia sexualidad.

La familia también juega un papel fundamental. En muchos hogares mexicanos, el sexo es un tema tabú que se evita o se menciona vagamente y cuando no queda otro remedio. “No hagas eso”, “espera hasta el matrimonio”, “los menores no preguntan esas cosas”. Cuando no hay un espacio seguro para hablarlo, hay que recurrir a las amistades, la pornografía o el internet para resolver las dudas, pero no siempre se encuentra información confiable o realista.

¿Se puede hablar de sexo en internet?

En la era digital, las redes sociales y los medios en línea han facilitado el acceso a contenido sobre sexualidad, pero no todo lo que encontramos es adecuado o saludable. Existen influencers y educadores sexuales que hacen un trabajo increíble, pero también hay desinformación, prejuicios y contenidos que alimentan estereotipos dañinos. Además, el algoritmo de algunas plataformas sigue censurando información sobre sexualidad mientras permite que la desinformación se propague sin ningún control.

El miedo al juicio ajeno también nos frena. Nos preocupa lo que pensará la demás gente si hacemos preguntas sobre ciertos temas o si expresamos abiertamente nuestras experiencias. Este es otro obstáculo que se supera en internet, ya que el anonimato nos ofrece un escudo detrás del cual nos resguardamos al hacer preguntas “incómodas”. El problema es cuando recibimos respuestas que no vienen de fuentes confiables.

Hablemos de frente

Muchas veces, sentimos vergüenza de hablar de sexo porque pensamos que eso nos hace quedar como personas “promiscuas”, cuando en realidad la sexualidad es parte de la naturaleza y debería ser tratada con la misma seriedad que cualquier otro aspecto de nuestra salud.

Otro obstáculo es el machismo y los estereotipos de género. Históricamente, se ha enseñado que los hombres “deben saberlo todo” sobre sexo, mientras que las mujeres “no deben hablar de eso” y, además, que la sexualidad sólo es “válida” entre un hombre y una mujer. Estas enseñanzas generan inseguridad, presión y silencios incómodos que afectan la comunicación en las relaciones y entorpecen la toma de decisiones informadas.

Superar la vergüenza requiere de educación y conversación. Hablar de sexo no significa que seas vulgar o que fomentes prácticas irresponsables, sino que quieres aprender más y te interesa tomar las mejores decisiones. Mientras más se normalicen estas conversaciones, más fácil será derribar mitos y construir una cultura sexual basada en el respeto, el placer y la salud.

Así que la próxima vez que sientas vergüenza al hablar de sexo, pregúntate ¿por qué? ¿Realmente es algo de lo que deberíamos avergonzarnos o simplemente hemos crecido con esa idea? Romper el tabú no es fácil, pero cada conversación directa al respecto ayuda a construir una sociedad más abierta.

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